domingo, 11 de diciembre de 2011

Lecciones para ser nuevos

Lecciones para ser nuevos.

Cuando hablo, lo hago desde mi perspectiva, reflejo lo que conozco, que a fin de cuentas no es algo objetivo sino lo que alcanzo a percibir con mis cinco sentidos y demás niveles de conciencia filtrado a través de mi bagaje cognitivemocionalempírico, es decir, el presente, el pasado y las expectativas del futuro se mezclan para producir una opinión que es para mí total pero parcial hasta no ser sumadas al resto de mi entorno. Es así que cuando hablo, hablo en nombre de mi sociedad a nivel micro y macro desde un lente propio. Es así que hablo de México, pero a fin de cuentas puede ser aplicado a muchas situaciones externas a las mías, ya que, como bien se ha dicho desde tiempos antiguos, “como es arriba, es abajo”.

Algo que me llama mucho la atención en esta época tan particular que parece ser un limbo social, un extremo del péndulo que parece estar a punto de salir disparado en una dirección que no se ha explorado en mucho tiempo, es la palabra “innovación”. En todos lados se habla de nuevas empresas e ideologías, nuevas formas de hacer las cosas desde un punto de vista más emocional que dan mejores resultados y casi siempre “nunca antes vistos”, pero la realidad más profunda llega a ser un poco distinta.

Resulta que estas propuestas conllevan sistemas más sorprendentes, cuando algo es “nuevo” brilla más fácil, lo rebelde resulta atractivo en una sociedad supuestamente madura pero en realidad limitada. En el país que te pares van a voltear a ver a los extranjeros con caras de asombro por lo distintas que son sus costumbres o tradiciones. Bretón se dignó a llamar a México “país surrealista” por el ingenio y lo absurdo de sus experiencias que para nosotros llegan a ser normales, es algo muy relativo, pero no por ser distinto necesariamente será mejor. Es verdad, sin embargo, que los paradigmas están cambiando, la estructura de prioridades socialmente aceptadas que antes funcionaba se va reduciendo pues el éxito aparente no va de la mano siempre de la felicidad, y cuando el hombre no es feliz su intuición de supervivencia se siente fallida, aunque su instinto racional se crea satisfecho. Esa satisfacción suele ser más bien cómoda. Para mí, una forma de vivir cómoda pero infeliz, se llama hipócrita.

No siempre es una hipocresía conciente, muchas veces a causa de la educación tanto social como académica que hemos recibido, creemos que todo está bien, nos acostumbramos a esa presión en el pecho y a esa tensión en la mandíbula que se siente al sonreír. Pasa igual con los nuevos avances en la estructura organizacional donde la quieras ver, hablamos de libertades, oficinas al aire libre, espacios llenos de color y satisfacción para el que trabaja, introducción de la creatividad a la técnica, sin embargo, lo que sigue buscando beneficio y lo que da origen a esto, sigue siendo la técnica, la razón, el viejo sistema, entonces mostramos una imagen nueva, pero trabajamos desde lo arcaico. Hipocresía.

Ahora que expuse mi opinión, debo decir que aunque la palabra hipócrita suene bastante fuerte, pues así se ha construido, en realidad no tiene por qué ser algo juzgado. El orden de los factores no altera el producto, si hemos creado un sistema que busque romper lo viejo mientras seguimos encerrados en una jaula, la finalidad sigue siendo escapar un día de estos, pero para crear una idea o una forma de vida que realmente nos deje romper viejos límites para establecer nuevos con mayores posibilidades de ramificación, hay que empezar a voltear hacia el corazón y reencaminar el río innovador que todos tenemos como centro.

Podemos voltear a la nueva empresa, a la nueva religión, al nuevo partido político y encontrar que el esqueleto sigue siendo el mismo viejo remache de ayer. Si resulta que la piel es lo suficientemente fuerte como para sostenerse mientras se realiza la renovación de su estructura, entonces tenemos suerte, pues quiere decir que escuchamos el mensaje que cada vez más nos dice la tierra “escúchate a ti mismo, construye desde adentro, crea como el Dios que eres y maneja con el corazón”. Estos son los pasos para realmente innovar, no buscar calmar nuestras ansias y querer curar el cerebro acartonado con una aspirina temporal, sino inventarnos uno nuevo que pueda ser eterno, sonriente y al servicio de mí mismo y los demás. Uno que cante la propia verdad.


A fin de cuentas, el origen de toda innovación está en lo que ya se escribió, busquemos hacer las cosas de la manera correcta, no de la más reciente.


Mats

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